Paseos de otoño
Otoño en tus tierras
Otoño en tus campos de cemento
Otoño impregnado,
hirviendo en las heridas
de tus leprosas fachadas.
Mis pasos esponja remontando
tu adoquinado disforme
me transportan en medio del canto
en absoluto idílico
de enfurecidos rostros de claxon,
¡idiotamente torturadas e impacientes!
Y sigo adelante,
desgarrándome en cada esquina,
desgarrando mi soledad de otoño,
arrojándola por escalinatas abismales.
Y me detengo...
quisiera respirar por un momento
el silencio de tu sueño
recostado en galerías milenarias,
¡deja ya
de ladrar insultos ensangrentados!,
sumérgelos en tu pulmón marinero.
Quiero respirar tu ancha mar.
Otoño de niños envejecidos
por los gritos de tus calles que escapan,
empuñando la muerte.
Otoño de mendigos con paso insuficiente
o arrojados junto a portales centenarios
tendiendo su escombroso tacto,
devaluadas huellas.
Otoño de identidades inexistentes.
Y sigo adelante,
arrodillando mi soslayo,
arrodillando mi soledad de otoño,
evocando el llanto de los Valores
ensangrentado bajo mis suelas.
Y me detengo,
estupefacto
ante tu muerte violenta
por los cuchillos llovidos,
miles y miles cortando tu suspiro,
hojas de otoño metálicas
a tu suelo con su filo adentadas.
Otoño en tu castillo dorado,
coloso de arenas de los tiempos,
vigía de tempestades;
ante él,
yo me detengo,
insignificante,
vacío de páginas célebres,
de nombres empergaminados,
balbuceando al Viento sin límites,
el que no juzga en los niños
el don del sonido;
ante él,
tu apéndice sincero,
tengo algo para ti:
mis pasos
sobre tu piel de cemento,
la vida de los mares
en mi corazón revuelto,
y en mis pupilas
el polvo de las estrellas.
Ante él,
te beso y te odio;
ante él,
otoño de un homicidio.
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