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diumenge, 19 de juny del 2022








Que seré niño


¡Que seré niño

siempre, que lo sea!,

como la muerte primera,

como el primer sueño

en tu feto, ¡Madre!,

¡que lo sea!; niño

siempre, naciendo

y muriendo en la marea,

como el primer suspiro,

como la mirada primera

del aire y de la luz;

¡que lo sea!

Que seré niño

hasta que me muera

hasta la muerte última,

hasta el último sueño

en tu feto, ¡Madre!

como un último suspiro,

como una mirada postrera.

Que seré en tu feto, ¡Madre!

un recuerdo, una huella

-o seré nada siquiera-

¡Que no lo sea!





 



Laberinto con salida a la bahía


Laberinto con salida a la bahía

desde la atalaya de pendientes peñascos

gritando tu grito desesperado a ese mar

inmenso de calma,

por donde caen las horas de cada tarde,

rojas, sobre el espejo del horizonte

como la sangre de tus calles estrechas,

mojadas, brillantes de lluvia de invierno.

¡La bella Nápoles!

junto a la boca del infierno.

Reino de los desamparados,

de los que serán 'felices'

en la otra vida, tal vez.

Madre de niños descalzos.

¡Corred hijos de la bella Nápoles!

pues tenderá el magma de la roca árida

sobre vuestros corazones estrechos de calles

sin oxígeno, que saben a neumático.



dilluns, 6 de juny del 2022


 



Paseos de otoño


Otoño en tus tierras

Otoño en tus campos de cemento

Otoño impregnado,

hirviendo en las heridas

de tus leprosas fachadas.

Mis pasos esponja remontando

tu adoquinado disforme

me transportan en medio del canto

en absoluto idílico

de enfurecidos rostros de claxon,

¡idiotamente torturadas e impacientes!


Y sigo adelante,

desgarrándome en cada esquina,

desgarrando mi soledad de otoño,

arrojándola por escalinatas abismales.

Y me detengo...

quisiera respirar por un momento

el silencio de tu sueño

recostado en galerías milenarias,

¡deja ya

de ladrar insultos ensangrentados!,

sumérgelos en tu pulmón marinero.

Quiero respirar tu ancha mar.


Otoño de niños envejecidos

por los gritos de tus calles que escapan,

empuñando la muerte.

Otoño de mendigos con paso insuficiente

o arrojados junto a portales centenarios

tendiendo su escombroso tacto,

devaluadas huellas.

Otoño de identidades inexistentes.

Y sigo adelante,

arrodillando mi soslayo,

arrodillando mi soledad de otoño,

evocando el llanto de los Valores

ensangrentado bajo mis suelas.

Y me detengo,

estupefacto

ante tu muerte violenta

por los cuchillos llovidos,

miles y miles cortando tu suspiro,

hojas de otoño metálicas

a tu suelo con su filo adentadas.


Otoño en tu castillo dorado,

coloso de arenas de los tiempos,

vigía de tempestades;

ante él,

yo me detengo,

insignificante,

vacío de páginas célebres,

de nombres empergaminados,

balbuceando al Viento sin límites,

el que no juzga en los niños

el don del sonido;

ante él,

tu apéndice sincero,

tengo algo para ti:

mis pasos

sobre tu piel de cemento,

la vida de los mares

en mi corazón revuelto,

y en mis pupilas

el polvo de las estrellas.

Ante él,

te beso y te odio;

ante él,

otoño de un homicidio.